¿Ser o no ser? ¡Somos!

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¿Quien soy?

El ser esencial no tiene nombre, ni apellidos del árbol genealógico. No tiene edad, no tiene nacionalidad, ni raza, ni oficio, ni títulos, ni etiquetas, ni padres, ni hijos, ni hermanos, ni novios, no es marido o mujer, ni amantes. No es cuerpo, ni físico guapo, gordo o flaco, ni personalidad, no es sangre, ni dolor, ni enfermedad, ¡lo admitimos y lo soltamos todo! No es lo que tenemos, ni casa, ni dinero, ni coche, ni moto… Nos desprendemos de todas las expectativas, placeres banales y adicciones superficiales, de todo lo que no gustaría conseguir porque no existen. Nos reímos de todos nuestros pensamientos egocéntricos, de todo lo que nos hace sufrir o nos preocupa porque tampoco existen. Todo eso nos separa y nos divide. No hay que tener miedo a la soledad de soltarlo todo, lo aceptamos porque es ahí en el silencio y la quietud donde se halla nuestro verdadero ser.

Durante siglos hemos ido alimentado nuestro inconsciente dándole una gran dosis de anestesia desorbitada, de tal manera que ahora nuestra pequeña conciencia de conexión a la vida se le hace un mundo reactivar aquello que somos. En el momento que me doy cuenta de ese desequilibrio en mi misma, empiezo a amar a borbotones a mi inconsciente y al de los demás, como el mayor de los tesoros porque es ahí donde están las respuestas. En ese instante empiezo a jugar con la conexión a la vida con mayor grandeza y seguridad de auto-descubrimiento. ¿Qué significa la conexión a la vida? Abrir los ojos de águila y ver el entramado de las señales con mayor perspectiva, observar en panorámica que pertenecemos a todo lo que se mueve a nuestro alrededor dentro y fuera de nosotros.  La palabra UNIVERSO viene del latín Universus, que proviene de dos vocablos UNUS (UNO) expresa un integral unificado que no admite división y VERSUS (girado, convertido), engloba absolutamente todo lo que es. Lo que significa que cuando entramos en la conexión a la vida en conciencia, observamos que todo lo que gira alrededor es nuestro universo sin división, empezamos a ver quien somos conectados a todo, despertando esas partes dormidas de nuestro inconsciente.

Hay tres expresiones que lo reflejan: «Dime con quien andas y te diré quien eres.» / «Dios los cría ellos se juntan.» / «Estoy en la flor de la vida.» . Todo nuestro circulo de relaciones familiares, amistades, laborales, amorosas, el entorno, la naturaleza, etc. son nuestro universo, son nuestros reflejos clave para descubrir y revelar nuestra parte inconsciente. Es jugar a la inversa, es aprender a desnudar todas nuestras emociones y sentimientos desde el corazón con honestidad y transparencia de dentro a fuera y al revés, para abrirnos a ser. Es romper esas corazas que aprietan en el pecho para permitirnos amar, es quitarnos esos cascos mentales que nos limitan a conectar. Es apartar esos velos asfixiantes en los rostros que no nos dejan respirar libertad. Es retirar esas capas de piel de más que insensibilizan el cuerpo llevándonos a la distorsión de personajes que interpretamos y no somos. No es lo que experimentamos con el otro, es manifestar que sentido tiene esa experiencia en nosotros para percibir quien somos. Es aprender a vernos, crecer y descubrirnos a través del otro. ¡Es llegar a reírnos de nuestra propia sombra! (Invito a indagar, si resuena, el concepto del desdoblamiento o el espejo reflejo de almas).

El hallazgo clave a destacar en una de las capas más profundas de mi corazón, es que todo lo que no somos se reduce a la raíz del MIEDO A SER.  A conectar con el poder de ser unidad de conciencia ilimitada, ser espíritu eterno, ser dichosos, ser creadores, ser divinos y abundantes, ser amor puro… a ser ese conocimiento de gozo infinito de recordar y sostener despiertos en nosotros lo que siempre ha estado ahí dentro. Esa sabiduría transparente donde todo se sabe sin dualidad, no experimentamos amor, somos amor. Desde esta activación de re-conexión a la vida, todo pasa a ser más sencillo y completo, vemos que el esfuerzo no existe, todo se da sin interferir, ya no hay resistencia a ser cuerpos-almas-espíritus libres. SIMPLEMENTE AMAMOS SER.

Vemos que yo soy, tu eres, crezco en ti, estas en mi y juntos somos.

Un abrazo,

Rebeca

SOMOS INSTANTES!

somos instantes

Déjame mostrarte el mundo que ven mis ojos…

Años atrás me cuestionaba el concepto del TIEMPO, vivía en una realidad donde todo era lineal, empezando del 1 de Enero y acabando el 31 de Diciembre. Cada año, un año mayor. Amaba tanto la vida que de este modo sentía que se me acababa y quería exprimirla al máximo en mi tiempo libre, tanto que llegaba a obsesionarme con mi frase preferida «NO TENGO TIEMPO», me falta tiempo. Vivía en ese tubo anestesiada en el que no veía más allá, no llegando a disfrutar de forma plena.

Un día en el que despierto de ese letargo, empiezo a palpar otra realidad donde el tiempo es relativo, es decir, pasado-presente-futuro dejan de existir de forma lineal, todo es el instante presente. ¿Qué significa eso? Si cerramos los ojos, el pasado solo es un recuerdo o memoria que existe en nosotros en este instante, ya no es. Y el futuro son las infinitas probabilidades de experimentar lo que somos. ¿Qué tan loco suena si nos dan la vuelta a la historia y nos dicen que estamos creados en un futuro y no venimos de un pasado? ¿Qué tan loco suena si nos dicen que vivimos en dos tiempos paralelos que existen a la misma vez, el lineal y el relativo con los que podemos vivir en plenitud si los calibramos a ambos en el mismo instante?

Pues así es como lo ven mis ojos, cada uno de nosotros tiene un reloj lineal que sería desde el día de nuestro nacimiento hasta el día de hoy y el relativo ese reloj interno que no depende de la edad sino de nuestro ser desde el inicio de la existencia hasta el infinito. Cuando iniciamos a conectar ambas realidades equilibrando cuerpo-alma-espíritu, aprendemos a calibrar todos los tiempos en el instante presente, llevándolos a nuestro centro del ser punto neutro 0.0 y así empezamos a crear nuestra vida en coherencia.

Con nuestro cuerpo vivimos miles experiencias, es nuestro templo sensorial donde reside el alma la cual tiene la misión de experimentarse a si misma en un plazo de tiempo desde que nacemos hasta la muerte física, para autodescubrirnos. El espíritu engloba las misiones de diversas almas conectadas y diferentes vidas, su propósito no tiene tiempo. Y es aquí cuando conseguimos el equilibrio de nuestro ser, calibrando nuestra conexión cuerpo-alma-espíritu a partir de dar prioridad a sentir el instante presente, proyectando a futuro con lo que hicimos en nuestro pasado. Además si sabemos ver esto mismo en nuestro circulo de relaciones, podemos palpar la diversidad de destiempos que vive cada uno y que coordenadas representan en nosotros.

En el momento que sabemos escuchar nuestro cuerpo librándonos de cargas, miedos (limitaciones mentales) y nos dejamos llevar por el instinto de nuestra alma, logramos conectar con nuestro espíritu haciéndonos conscientes de realidades superiores a nuestro pensamiento individual. En este instante dejamos de ser los mismos que en el minuto anterior, damos un salto cuántico empezando a viajar por el tiempo relativo comprimiendo todos los tiempos pasado-presente-futuro en el sentido de lo absoluto del instante. Es aquí cuando nuestra vida empieza a cambiar dando un gran sentido infinito. Desde unos minutos lineales se puede visualizar la eternidad en el mundo relativo.

La importancia de ser coherentes con nosotros mismos nos ayuda a no perdernos en el tiempo, sabiendo ubicar todas la realidades en cada instante presente, ¿qué significa? Es muy fácil dejarnos condicionar por visiones futuribles o pasadas y no vivir el momento sabiendo que va a suceder o que sucedió. En ese momento, nos estamos anclando fuera de nuestro centro 0.0. La coherencia nos facilita el fluir con lo que pensamos, sentimos y hacemos, es decir, una vez alineamos con la misma energía de nuestros pensamientos, nuestro sentir y sabiduría superior, el siguiente paso es actuar en sintonia de todo ello. De nada sirve el conocimiento si no podemos llevarlo a la práctica, posiblemente sea la parte más costosa pero es la esencia a nuestra transformación a una nueva versión de nosotros mismos.

En el instante que la humanidad sepa vivir el momento presente en coherencia, la existencia en la Tierra pasará a tener otro sentido completamente diferente.

Nos amo infinito,

Rebeca Ferruz

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¡Viajar! ¿Bailamos?

¿Cuál es el sentido de viajar?

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Podemos viajar por muchos motivos, si uno de ellos es conocer mundo y a nosotros mismos, el sentido más profundo del viaje para mi es como nos transforma la vida. Sentirnos vivos y parte de todo!!!

Estuve un tiempo fuera, me aventuré yo sola con mi única mochila de enseres por Centroamérica. Digo única porque viajé libre de preocupaciones. Pude disfrutar de volar sin pensar en nada ni en nadie, solo en mi y lo que se me mostraba en el camino, eso hoy en día es un lujo. Fue la mejor manera de disfrutar de nuevas energías y experiencias, dejándome fluir cada instante por el instinto salvaje interno, sin pensar ni si quiera ni el tiempo.

Si me preguntas que destacaría de este viaje, como muchos ya lo han hecho, es una pregunta bastante compleja de contestar de forma reducida como siento la vida, pero en el menor numero de palabras intentaré mostrarte mi sentir de lo más interesante.

Viví el contraste de ciudades donde las luces son grandes rascacielos de noche y aldeas tan pequeñas que son únicamente iluminadas por innumerables estrellas. Conocí a muchas personas con las que mantuve conversaciones muy diversas sobre las formas de vida y otras muy especiales con las que pude compartir el sentido de diferentes realidades sin tacharnos de locos. Visité lugares paradisíacos con playas de ensueños de esas que admiramos en los salvapantallas cuando estamos estresados. Dormí en lugares insólitos, en medio de la selva con los sonidos de la naturaleza, en hamacas, tiendas de campaña, hostels en habitaciones compartidas en literas donde uno ronca y el otro habla, compartí habitación con todo hombres siendo la única mujer, en cabañas en una isla de 2km de tamaño donde la cama estaba sobre la arena de la playa e incluso dormí en el suelo del aeropuerto. Gocé mil puestas de sol y amaneceres espectaculares todo ello grabado en mi retina. Subí montañas, me bañé y me cargué de adrenalina en ríos, cascadas, lagos, mares de todos los colores del verde más intenso, al azul más claro y transparente. Caminé descalza por caminos sintiendo la libertad del contacto en mis pies. Cogí aviones, avionetas, barcas, pangas, autobuses, busetas, taxis, autostop, caballos y carros… lo que más disfruté fue el ambiente del transporte local.  Me fascinó observar la libertad de los animales salvajes desde las ranas y sapos al ir al baño, perros libres sin correas sin nombre, cerdos, gallos y gallinas por las casas sueltos, arañas, serpientes, monos, pájaros de coloridos plumajes, caimanes, mariposas preciosas, peces extraños, delfines saltando, hasta tiburones nadando a mi lado. Visité lugares sagrados y milenarios donde me impregné en el intercambio de información simplemente por ser y estar. Llevé a otro nivel mi sexualidad explotando en orgasmos continuos al conectarme a la belleza de la tierra y la naturaleza. Deleité artistas tocando sus instrumentos haciendo latir mi corazón alrededor de la fogata y bailarines al ritmo del tambor. Me fui con los bolsillo cargados de anécdotas, de las más simples a las más profundas, desde personas humildes con auras puras que apenas sin recursos me abrieron sus casas para darme de comer y lavarme la ropa sin conocerme, hasta otras de no verle sentido a la vida y entrar en su mente-corazón.

En definitiva, día a día alimenté todos mis sentidos de cosas nuevas, algunas nunca antes experimentadas, lugares, personas, colores, emociones, olores, sentimientos, pensamientos… todo diferente, nada aburrido. Lo más grande, es que pude ver el valor en mi de experimentar todas las vivencias fuera de lo habitual en casa. Nada fue casual, todo seguía un perfecto entramado, me guié por la energía que sentía en los lugares y las personas. Seguí conectada con mi revelaciones de Las Pléyades, señales y mensajes no faltaron en el camino para hacerme volar a las estrellas. Me sentí mimada y acompañada por el universo. Sentí que lo que vibraba se acercaba por puro magnetismo, pura vida! Me llené de toda esa existencia, inolvidable experiencia!!!

¿Y ahora como lo bailas?

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Nada más montarme en el primer avión de vuelta a casa, mis ojos se llenaron de lagrimas por una sobrecarga de emociones sobre lo vivido. Fue una mezcla de agradecimiento a mi misma por permitírmelo todo y desaliento de lo que se me avecinaba. Empece a sentir el movimiento de energía densa, de personas vacías, el aeropuerto lleno del consumismo,  gente a la moda borreguera, inundación de nuevas tecnológicas come cocos… de todo aquello que creemos que es desarrollo y nos separa, el sistema…

Al  llegar a casa, durante unos días estuve en una coctelera de emociones de tantos contrastes, donde me perdí hasta sentirme en un profundo problema existencial. Me cuestioné de nuevo el sentido de todo, ¿qué sentido tiene la felicidad? ¿qué hago aquí? ¿qué sentido tiene la vida en la tierra? ¿La desigualdad? ¿Ser o no ser? Lo primero que se me pasaba por la cabeza era coger la mochila y huir.

Poco a poco, fui calmando las aguas para alinear mi mente, alma y espíritu y las respuestas empezaron a llover con gran frescura y humor de forma circular. Empece a conversar conmigo misma:

«RECUERDA, VIAJAR PUEDES VIAJAR A DONDE QUIERAS, PERO SIEMPRE TENDRÁS QUE VOLVER A TI.»

Podemos perder la noción del tiempo, vivir nuevas experiencias completando parte de nosotros en nuevos lugares, entornos, relaciones, mundos, dimensiones pero… siempre tendremos que volver a nuestro centro, encontrar nuestra paz.

A diario somos viajeros en el tiempo, consciente o inconscientemente, podemos movernos físicamente a un lugar donde se viva la pureza de cien años atrás o sin movernos transportamos energéticamente a un espacio a cien años futuribles al siglo XXI. Conversar con una persona que vive la vida en los años 60 u otra a tiempos extraterrestres. Cada lugar, cada persona vibra una energía y memorias diferentes en el espacio-tiempo. Y es ahí donde podemos percibir el desequilibrio en nosotros. Dependiendo de la sensibilidad y apertura de conciencia de cada uno, podemos percibir esa fluctuación de frecuencia abismal. Lo podemos manifestar en nosotros en bajada/subida de energía, malestar físico (dolor de cabeza, espalda, diarreas, etc), emocional tristeza, depresión, alegría o placer desorbitado, etc. Lo que puede llevarnos a perdernos en el instante presente y salirnos de nuestro centro.

Lo interesante es saber recalibrar en nosotros con el resto la existencia de esa disparidad de estados de energía, sintiendo que nos genera rechazo, miedo, alegría, negación, atracción, apego, resistencia, etc. y buscar ese equilibrio y fusión de saber ser y estar en cualquier lugar del mundo, sistema o relación, sabiendo adaptar nuestra frecuencia a todo contraste y volver nuestro centro. Sentirnos en paz en casa! En nuestro corazón, mente y espíritu.

Gracias por ser, una mega abrazo,

Rebeca